Cosas que odio y no puedo parar de mirar:
Houllebecq, Albert Serra, un bolso de mi marca preferida y alguna que otra queja.
Me encantaría decir que odio leer a Houellebecq, pero —a pesar de mi sufrimiento, cada vez que devoro con la mirada una página de este gabacho — siento que quiero saberlo todo de él y así odiarlo con más criterio. Es misógino hasta tal punto que se te revuelve el estómago… os puedo prometer que tuve arcadas con sus párrafos. Y con todo lo dicho, creo que es un excelente escritor y voy a seguir consumiendo todo lo que venga bajo ese nombre, eso sí: pidiendo libros prestados o yendo a la biblioteca municipal. Ya soy bastante pobre como para hacer más rico a este viejo verde.

También odio a los famosos haciendo cosas pasadas de moda a niveles exagerados, como por ejemplo el Baile de Debutantes de París. Tan exclusivo, tan pintoresco, tan universal. No sé, creo que nada tiene sentido y, en vez de abrazar la tradición, lo que provoca es que luzca rancia. PERO me encanta ver TikToks explicando quién es quién, es decir: qué nepo baby es cada una.
Creo que la puesta de largo de Pontevedra no me genera tanto asco, será por verlo como algo cercano y provinciano, o porque no estoy segura de su mecanismo actual. Quiero abrazar la tradición, incluso cuando me hace dudar de mi feminismo, pero el evento este francés se sobrepasa. ¿Será que lo que odio y me gusta es Francia?
No hay nadie más hipócrita que el cantante de Coldplay, pensé. Luego me acordé de como mi madre tuvo que comerse sus ideales políticos, feministas y ¿morales?, el día que le dije con muchísima ilusión que sería una de las damas de la reina de las fiestas de Betanzos. Tan progre con 16 años, hasta que si no te gustan mis ideales, los cambio. No me juzgo, ¿quién no va a querer jugar a ser una princesa por un día?
Volvamos a hablar de hombres: Albert Serra. Un personaje que me fascinó el primer día que lo escuché hablar en directo, tan maleducado que todo era humor para mí. Tras ver Tardes de Soledad, acabé viendo todos sus largometrajes. Sí, también he visto Liberté y sigo sin comprender cómo no vomité. De vez en cuando aparté la mirada, le di a la barra espaciadora y scrollée un poco en Twitter para evadirme. Una sensación totalmente similar a la que me hace sentir Houellebecq. Me atrae lo que odio, lo que me incomoda, que me pueda dar grima e, incluso, me haga sentir mal. ¿Acaso estoy en un momento de maltrato propio?
Buscando una respuesta a mi pregunta, me disculpo argumentando que realmente lo que me pasa es que me cansé de lo que es bueno, de lo que es políticamente correcto, también me cansé de luchar y solo quiero que alguien me lleve la contraria. Por ello, hoy en día, en 2025, estoy tolerando más discursos como vía de conocimiento.
No quiero volverme una persona que permita todo, y mucho menos con la situación geopolítica que estamos viviendo. Pero, si no somos conscientes de lo que nos rodea, ¿cómo vamos a combatirlo? Los datos demuestran la subida de la ultraderecha y la presencia de estos ideales que están muy presentes entre los jóvenes. De primeras yo te diría que eso es imposible, en mi círculo social no existen estas personas. Entonces, me viene la duda: ¿no me rodeo de estas personas o la gente miente? Nadie veía Sálvame hasta que cerró el chiringuito, de repente era guay decir que tú sí que lo veías y defendías un programa donde se maltrataba la salud mental diariamente. Labor social, compañía y todo eso. Que venga un malo, no significa que sea bueno el anterior. Entonces, ¿cuánto de malo hay en el que llega y cuánto de bueno tenía el anterior?
Con este incremento de la derecha vengo a mencionar otra nueva obsesión, nefasta como casi todas: leer sobre Trump. Realmente lo único que me interesa de él ahora mismo es el tema de los aranceles. Puedo comprender que con su visión popular necesite hablar de que pueden vivir sin el resto del mundo; recordemos que el mundo son solo ellos. Y yo quiero entender cómo va a acabar este mundo si sigue haciendo que nadie pueda exportar productos a su país. Y si vuelvo a escribir una vez la palabra mundo en este párrafo siento que pondrán una nueva aceptación en la RAE y saldrá: EE.UU. Pienso en las familias que lo tienen más duro en dicho país, en la desigualdad y en Biden que no hizo nada por favorecer este problema económico. En su anterior legislatura el señor de piel naranja ya había puesto muchos impedimentos que el demócrata no revirtió. Las familias van a notar que sus compras salen caras en los supermercados y esto sabes a quién no le va a importar: a los que pagan sin mirar el precio.
De vuelta con el director catalán, que ahora que ya se me ha pasado la época de estar obsesionada con él, quiero contarlo todo para buscar mi siguiente presa. Me llamó la atención ver que uno de los 3 varones a los que acudía Milena Busquets para saber qué prendas en mujer le gustan a los hombres era Albert Serra. De este modo, tenemos en ese post la mirada masculina de un señor que su personaje artístico es ser desagradable; la de un ilustrador que marcó mi niñez y mis estándares de belleza imposibles, pero envidiables (me siguen gustando), y la de su hijo. Pero como solo quiero hablar de cosas que siento que amo y detesto, nos quedamos con el primero. Recuerdo que cuando me dispuse a leer esa newsletter, me incorporé para criticar todo lo que dijera Serra, pero no puedo odiarlo. Dice cosas con lógica, sinceras y claras. El color de labios claro me parece cero atractivo, mas es cierto que no hace soñar. Por no decir que tiene muy buen gusto en lo que sería armar un conjunto: tiro alto, cinturón y blusa, un clásico. Que se dejen de tonterías con las cosas oversize. En este blog solo permitimos cortes wide leg de tiro alto.
Todo mi círculo sabe cuáles son mis marcas preferidas. Desde 2019 me obsesioné con el giro que dio Bimba y Lola y cada año me siento más afín a sus productos. Es bastante llamativo, ya que cada año que pasa me vuelvo más sobria y aburrida, mientras la marca se hace más moderna y divertida. No me preguntéis entonces cómo es que caigo enamorada igual. Me obsesiono con locura de todo menos de una cosa: su Bolso Chihuahua. Lo han hecho de mil formas, de mil tamaños, de mil colores, con mil estrategias diferentes de comunicación y lo han plagiado en mil sitios (Parfois tiene el mismo). Pero yo lo veo y lo odio, no lo entiendo por ninguna parte. Al no entenderlo, lo que hago es observarlo continuamente y por eso podría decir que soy la persona que más lo ha buscado en su página web en los últimos seis meses. Que las cookies me den un respiro, no lo quiero.

He decidido sumar un nuevo objetivo en mi lista de propósitos anuales (bueno, yo los tengo escritos de forma mensual). Quiero escribir cosas felices, no puedo seguir exponiendo todo con dramatismo. Además, ¿para quién escribo? Literalmente para nadie, no gano ni un duro, eso significa que solo escribo para mí. No quiero llegar a los 50 años y decir: Ay, vamos a leer las tonterías que ponía en un blog a los veinte y tantos y pensar que me pasé demasiado tiempo sufriendo innecesariamente.
Hace poco me preguntaron qué hacía ahí con toda esta luz y energía que desprendía mi fecha del DNI, no supe responder. Si no sabía qué hacía ahí, si no entendía cómo podía ser feliz en un sitio donde se me estaba apagando, ¿cómo no iba a escribir cosas poco optimistas? Empezamos a relativizarlo todo un poco más, primer paso es huir.
Un beso. Nos leemos en abril, espero que la siguiente estación traiga un texto lleno de flores y risas. Quiero ser graciosa, pero lo de reirme de mis penas mejor para otro año.
Será que son cosas que odias o, en realidad, que odias amarlas?